domingo, 12 de junio de 2011

Lesbia Quintero: Liturgia y filigranas en Rito de Palabras

“La palabra tiene un rango sagrado porque es portadora de símbolos, ella traduce situaciones profundas, el lenguaje entero es portador de símbolos”, nos dice César Gedler.
Este juicio nos llena de gozo al constatar que la palabra sigue teniendo un lugar privilegiado en el universo proteico de algunos escritores que bregan día a día en una sociedad atomizada por el espectro del vacío que se ha instaurado en el lenguaje, tanto oral como escrito. Rito de Palabras es el más reciente ensayo de César Gedler, docente universitario, promotor de la cultura popular, escritor y astrólogo.
Rito de Palabras es como un fino tejido litúrgico que evoca la historia como una presencia colectiva hecha con retazos de vivencias y palabras. Muestra los desgarrones de una gran parte de la cultura que agoniza entre las volutas y espasmos de la tecnología y el capitalismo. Asimismo, es testimonio de la victoria muda de una raza que ha sobrevivido a la derrota, constelizando su triunfo en las instancias del sueño, en el ritual que persigue la conexión efectiva con las raíces ancestrales que siguen manando savia hacia aquellos que convocan sus potencias a través de lo sagrado.
El autor de Rito de Palabras afirma que el estado caótico que irrumpió en occidente con el racionalismo y el capitalismo, principales causantes del silencio que paulatinamente se convirtió en carcelero del alma, acarreando con ello la fragmentación y el desorden del sistema de vida actual, está menguando. César Gedler expresa esta idea mediante una observación que muestra su optimismo y la fe en el advenimiento del hombre nuevo.
”Sin embargo, uno de los signos de nuestros días, es la reaparición del modelo matriarcal, del orden yin, de la sensibilidad lunar, de la magia, el misterio y los mundos simultáneos, que sacaran de su rigidez habitual el horizonte del logos, el dominio patriarcal, el orden yang, para conducirnos a una nueva lucha: el camino de la individuación.”
 A través de la páginas de Rito de Palabras nos vamos internalizando cada vez más en un universo que nos habla de lo sagrado y lo profano, dos valores que están tomando fuerza en los diferentes discursos que se articulan en nuestra sociedad, hoy encaminada a recuperar esa conciencia que nos permita acceder a la comprensión del elemento religioso que subyace en cada uno de nosotros. Entendemos que la religión, re-ligare, religarse, es volver a unirse con algo de lo que estamos evidentemente desunidos. La intimidad, esa noción tan hermosa como subjetiva, aparece en Rito de Palabras como una mostración de la más profunda religiosidad. Todos nuestros actos, incluyendo los más cotidianos, están signados por el rito. Cada quehacer precisa de un procedimiento, por sencillo que sea, en ese proceso está inscrito el ritual exigido para realizar la tarea o el acto en cuestión.
La propuesta fundamental del autor de Rito de Palabras nos invita a religarnos con nuestra intimidad, a penetrar en nuestro mundo interior al que sólo se tiene acceso a través de la conciencia, cualidad que ha sido relegada al sótano de la psique, convirtiendo nuestros actos, grandes y pequeños, en puras acciones mecanizadas, guiadas por un automatismo que nos priva de la verdadera relación con nosotros mismos. El universo en el que se despliega la interioridad de cada uno de nosotros vive un sueño del que a veces recordamos algo y otras no, porque estamos muy ocupados con la rutina de cada día. El planteamiento de César Gedler, señala que es necesario introyectar esa conciencia y asumir una posición que permita experimentarla completamente para acceder a una existencia más rica y plena. El rito de pasaje conduce al esclarecimiento de las percepciones, quienes permanecen como un conejo en mitad de la noche paralizado por la luz.
La consecuencia del mecanicismo y automatismo, propiciados, como acotamos antes, por la imposición de un racionalismo exacerbado y del capitalismo,  ha conducido a una gran parte de la sociedad a experimentar un espanto de orden sagrado: la nostalgia, un daimon que hace su parusía en plena edad tecnológica y obliga al hombre a volver la vista hacia atrás, como el pobre Orfeo tratando de aferrarse al espectro de su amada Eurídice.
 Los diferentes ensayos que conforman Rito de Palabras convocan a la confesión humilde del hombre náufrago en su propia isla de carencias espirituales. En los ocho primeros ensayos encontramos las voces de la tradición en un eterno murmullo a través de las generaciones, comulgando con una raza que aún tiene sus pies hundidos en el sedimento de la reciente historia latinoamericana. El hilo astrológico del Simbolismo lunar nos guía a través de los resquicios del misterioso satélite velador, para conectarnos con la otra expresión de lo sagrado: lo profano, expresado en nuestro tiempo por el existencialismo, la corriente filosófica que desde su estética nos habla del descalabro del hombre moderno. En Rito de Palabras Hernando Track, filósofo venezolano, deja escuchar su voz que habla del desapego, la precariedad y el discurso de la vida moderna inscrito, forzosamente, dentro del marco estético  del existencialismo.
El hombre moderno se ve a sí mismo precipitado en una existencia peregrina, de valores desacralizados, sin junturas. No se da cuenta que sólo busca su pedazo de paraíso perdido, el espacio propicio para arraigarse, y no se ha percatado del Edén que subyace dentro de sí mismo. Ante esa esclusa sin respiraderos aparece el hombre alienado. Según César Gedler: “Para él solamente existe lo funcional, lo que no le demanda esfuerzo espiritual para comprenderlo. Para el hombre profano, el mundo inmediato como tal, representa la síntesis más acabada de la posibilidad humana. Con la misma ligereza que niega las culturas diferentes a la suya, niega asimismo la existencia de lo que no alcanza a comprender y dominar.” Este criterio registra una lectura que, a nuestro juicio, penetra sagazmente en las posturas que asume el hombre que se erige en árbitro de criterios y juicios reduccionistas, pero, también teme perder lo poco que ostenta. Rito de Palabras propone un aplazamiento del logos desaforado para expurgar de tensiones la vasija del tiempo y tantear en la ráfaga del instante, su resonancia telúrica. Convoca a deponer la letanía crepuscular y adentrarse en el estadio de la intimidad sagrada: la comunión con el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario